Tu maestro te mira.
Su mirada esta vez es profunda, infinitamente profunda.
Lo es tanto qué no le pertenece.
No es suya.
Es el universo el qué te está mirando. No es el.
Por primera vez no es el.
El se ha marchado,
Se fue.
Fue a buscar el no_universo del yo olvidado.
¿Cual es el sentido de todo esto?
Absolutamente ninguno. Y es ninguno su sentido en el sentido alguno.
El yo inexistente qué se fue al mundo de nunca jamás.
Dentro, de todo esto, hay algo, la última barrera.
Y entonces dijo el profeta: "Deja todo y sigueme"
El mundo qué sostienes de Padres, madres e hijos, es el que heredarán los qué has concebido. Realmente se merecen eso. O se merecen su propio destino. Se merece aquello qué les hace infinito desde el primer instante.
Es posible qué entienda alguien qué la única libertad de un hijo es qué sus progenitores dejen de ser padres. Más allá de la paternidad o filialidad está el espíritu.
El espíritu es aquello qué no puede ser ni padre ni hijo.
Puedes construir un mundo basado en ahora ser padres liberales o padres normativos. Siempre habrá una disputa.
O, puedes construir su universo desde el espíritu.
La libertad es el espiritu y ese espíritu es su propia luz. No la sombra de un personaje social adquirido. Entender esto es la trascendencia del personaje.
No es malo un pensamiento por ser bueno o malo.
Su problema es ser pensamiento.
Puedes llamar a una cárcel, cárcel o hipoteca. Pero no deja de ser cárcel. Porque aunque puedas abrir la puerta su cerradura es mental, y de esa cárcel no puedes escapar.
Estas son las últimas palabras, las mas duras, las más osadas.
Renunciar es trascender la cárcel, no entrar, comprender el infinito espacio de qué tu hijo crezca en espiritualidad.
...no le busques sentido, no lo tiene.
miguel mochales, maestro zen.
sábado, 3 de enero de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario