lunes, 29 de diciembre de 2008

La próxima primavera.

Hay qué llegar al infinito.

El infinito es un helado de sabor es vainilla.

El infinito no es creencia ni necesidad.

Hay un momento en qué el infinito es la apertura infinita del gap mental.

Todo ello tiene qué ver con tu dharma.

Dharma es aquello qué descubres qué eres único.

Para lograr eso es necesaria media vida y a veces te pasas media vida para aceptarlo.

Puede suceder que tu cuerpo no lo acepte.

Es sencillo, tu mente desterrada de su reino en el cerebro se agarra allí donde se sienten las emociones se sujetan. En el vientre.

Hay qué hacer dos cosas.

Por un lado hay qué limpiarlo tanto del vientre como la zona lumbar y a acabar echandolo durante una temporada las sesiones deben ser constantes.

La vida comienza en el hara. En el infinito campo de energía y es allí donde la mente se aferra, dando vuelta a las emociones de los distintos órganos. Cuando entra energía tan saturada en cualquier área de tu cuerpo se producen desajustes. Imaginate lo que habrá pasado tu cabeza.

Siempre que se ilumina un buda el día está más frío.

Durante las fechas más frío es necesario ir limpiando el cuerpo cada vez que somatices.

Es conveniente que no se convierta en bloqueo pues de forma curiosa, mente y corazon funcionan perfectamente.

Deja que el amor unifique el alma y la devuelva a su estado.
Simplemente ama más allá de lo que has aconstumbrado. Pero deja que sea el exterior quien lo exprese.

...no le busques sentido, no lo tiene.

miguel mochales, maestro zen.